Barcelona“Es hora de volver a poner al rector de Vallfogona en el lugar que le corresponde: fue el primer poeta catalán del barroco, y merece un altar entre Ausiàs March y Jacint Verdaguer. ¡No podemos permitirnos tenerlo tan olvidado!”. dice Josep Pedrals, poeta, rapsoda y comisario del año dedicado al autor con motivo del 400 aniversario de su muerte. Francesc Vicent Garcia (Zaragoza, 1578/9 – Vallfogona de Riucorb, 1623) es una de las figuras clave de la literatura catalana del siglo XVII que, en la actualidad, solo conocen los académicos, algunos escritores devotos y un puñado de lectores curiosos. Durante siglos, sin embargo, el autor fue considerado un clásico y su popularidad hizo que se le atribuyeran poemas que en realidad no eran obra suya, como En agradecimiento por estar enamoradoque termina con un verso destripado: “¡Me cago en el amor y su belleza!”
“A pesar de su indudable calidad literaria, todavía no existe una edición crítica de su obra ni ningún estudio interpretativo importante”, advertía Josep Solervicens, filólogo y catedrático de literatura de la Universidad de Barcelona, en 2017, en el capítulo dedicado al autor. en el cuarto volumen de la Historia de la literatura catalana (Enciclopedia/Barcino/Aj. de Barcelona), lo que ayuda a desplazar definitivamente la palabra decadencia describir la producción literaria en catalán de los siglos XVI, XVII y XVIII. En los últimos años se ha trabajado para corregir esta deficiencia. Albert Rossich, filólogo y profesor emérito de la Universidad de Girona, ha sido el encargado de editar y comentar poema completo, que Barcino publicará este mes de mayo. “Es el primer volumen de la obra de Francesc Vicent García, que incluye los sonetos y décimas que escribió -avance-. El segundo incluirá los romances y otras composiciones en verso. Rossich, quien comenzó a estudiar la obra de García a fines de la década de 1970, cree que valdría la pena poder publicar un tercer volumen con el teatro y las falsas atribuciones al autor también. “Algunas de estas atribuciones han tenido cierta influencia, y han contribuido a consolidar la figura del rector como autor escatológico y suelto”, explica. Uno de los más populares en este sentido ha sido a un asunto sencillouna extensa oda a la excreción con fragmentos como este: “A ver si importa/ sácate la mierda de dentro,/ ya puedes hacer caca mañana/ ¡consuela a todos los integrantes!”.
Hasta ahora, este poema había aparecido en las distintas ediciones de la obra de García, empezando por la primera, que fue publicada por la Acadèmia dels Desconfiats de Barcelona en 1703. “El primer paso para canonizar al autor fue publicar su obra completa como se hacía entonces”. , recuerda Josep Solervicens. El volumen iba acompañado de una vida del autor que acababa de entronizar a la figura. Escrito por Manuel de Vega, monje del monasterio de Ripoll, dice: “Sabía estudiar y componer con una alegría y una facilidad increíbles”.
Un autor polivalente y asequible.
“García se convirtió en un modelo literario durante más de dos siglos -dice Rossich-. Fue el primero en escribir en catalán a la manera moderna. Escribió sonetos, romances y diezmos con toda naturalidad, y lo hizo sin pretensiones de pasar a la posteridad. “. La amplia temática que encontramos en sus poemas es uno de los puntos fuertes de su obra, según Josep Solervicens: “Abarca desde el erotismo hasta la espiritualidad -dice-, es muy bueno creando un horizonte de expectativas al lector para para terminar sorprendiéndolo. A estos finales los llamamos stirabots, pero en ese momento eran conocidos como metáfora de la decepciónbajo la influencia de los autores del barroco italiano”. Entre los modelos de García se encuentran Lope de Vega, Torquato Tasso y Giambattista Marino. En uno de los sonetos del rector de Vallfogona que destaca Solervicens, el yo poético observa a un novicio que reza por su tía muerta. ir al cielo No puede evitar añorarla, pero sabe que ella no lo amará, y termina pidiendo que su tumba esté hecha del mismo “mármol” de sus senos.
“Desde que lo descubrí en la biblioteca de mi casa con la edición de sonetos que Giuseppe Grilli va fer [Edicions 62, 1979], nunca he dejado de leer o recitar en público a Francesc Vicent Garcia -dice Josep Pedrals-. En la escuela nos habían hablado del período de la Decadencia, y los poemas del rector rompían con esta idea. La forma de escribir del rector es barroca, sí, pero es más accesible de leer que la de muchos otros autores”. De García, Pedrals destaca “la ausencia de idealismo”, la capacidad de “advertir la fealdad del mundo” y que , al final, “todo queda por el pelo”. Otro autor contemporáneo que reconoce la influencia del rector de Vallfogona y el barroco es Raül Garrigasait, que el 21 de marzo participará en el homenaje que se celebrará en el ‘autor de el CCCB, y en el que también estarán músicos como PAWN Gang, la actriz y dramaturga Berta Giraut, el ilustrador Marc Torrent y la historiadora del arte Maria Garganté.
“Llegué al rectorado gracias a la antología poesía barroca catalanaeditado por Albert Rossich y Pep Valsalobre [Vitel·la, 2006] dice Garrigasait. Leyendo los poemas del rector incluidos en esa selección, pero también de los demás autores, te das cuenta de la gran diversidad de recursos, registros y temas de la poesía catalana del siglo XVII”. La cosmovisión de entonces interesa a Garrigasait por varios motivos: “Es un estilo de tensiones y contrastes, de luces y sombras. El clasicismo transmite equilibrio. El barroco es, más bien, nervioso.” El autor delos extraños cita como ejemplo un diezmo donde el autor explica cómo una niña bebe de un cántaro. El contacto de sus labios rojos (“hermoso sueño rubí”) transforma el agua en vino. “García lo compara con el milagro de Caná que aparece en el Evangelio de Juan, en el que, en una boda, Jesús convierte el agua en vino cuando ha terminado”, explica Garrigasait.
Otro poema emblemático del rector de Vallfogona es el soneto conocido como Al lector crítico, elegido este año como poema del Día Mundial de la Poesía por el Departamento de Cultura. El soneto, que ha sido traducido a 22 idiomas, termina con esta contundencia: “En la tierra estés tranquilo o enojado, / siempre, querido lector, serás un asno“. “Después de una exposición retórica muy barroca, el autor termina con un aparente descanso -dice Albert Rossich-. Decir que el lector es un Plaza bursátil norteamericana también remite a un cliché barroco: todo el mundo es ignorante. El hombre es ingenuo: el mundo es vaporoso y efímero. También el lector, después de todo, sabe menos de lo que piensa”.
Defenestración del clásico
Si Albert Rossich ha estudiado durante décadas la obra literaria de Francesc Vicent Garcia, Enric Querol se ha dedicado a reconstruir la vida del rector. Antes de Sant Jordi, el filólogo tortuense publicará los resultados de su investigación en la editorial Rafael Dalmau, Francesc Vicent Garcia, poeta barroco. Vida y misterios del rector de Vallfogona. “Lo que se transmitió de padres a hijos fue el carácter folclórico del rector -dice-. La imagen arquetípica es la del cura cascarrabias y muy ingenioso, lo cual es en parte cierto, porque cuando escribe es capaz de reírse de todo. . Toma a los amigos, familiares y vecinos del pueblo y los convierte en materia poética, sin sublimarlos. El rector representa también la defensa de la quintaesencia de la catalanidad frente a la corte y el mundo hispánico que acorralan Cataluña”.
Nacido en 1578 en Zaragoza, García creció en Tortosa, rodeado de libros. Tras la muerte de su padre (1582), su madre había contraído un tercer matrimonio con un librero de Tortuga. La nueva biografía del poeta “quiere hacer papilas gustativas y reescribirlo a partir de sólidos documentos”, dice Querol. En enero de 1607, García tomó posesión de la parroquia de Vallfogona de Riucorb, cargo que ocupó hasta el final de su vida. El obispo de Vic motivó la elección “en virtud de ciencia, claridad de entendimiento, honestidad de vida y costumbres”, como explica el canónigo Ramón Corbella en la nota biográfica adjunta Muestra de los escritos del Dr. Vicent García, Rector de Vallfogona (1889).
Uno de los episodios más célebres de la vida del rector fue el viaje a Madrid en 1622. “Cuenta la leyenda que fue allí porque le había llamado Felipe IV y llegó allí para encontrarse con Lope de Vega”, explica Querol. El poeta y dramaturgo madrileño miró a un joven pobre que dormía sobre una piedra. “O el niño es de bronce o la piedra es de lana“, escribe Manuel de Vega en la nota biográfica sobre García de 1703. “¿¿Qué más bronce que no tener once años? Y que mas lana, que no pensar que hay un mañana?”, replicó García. Lope de Vega identificó al autor y dijo: “Eres García, a pesar del disimulo“. “Hoy sabemos que la anécdota es ficticia. Por eso siempre pensamos que era un invento, este viaje a Madrid- dice Querol. Pues no: ahora tenemos constancia documentada de que fue allí en 1622. Lo que no podemos probar es que allí fue envenenado.” Sea cierto o no, Francesc Vicent García murió poco después de regresar a Cataluña.
Aunque fue un referente durante más de dos siglos, a partir del Renacimiento la difusión de la obra del rector de Vallfogona “se paró en seco”, recuerda Raül Garrigasait. “Fue el clásico catalán más publicado del siglo XIX, pero no encajaba con las nuevas estéticas del Renacimiento, el Modernismo y el Novecentismo”, añade. Josep Solervicens precisa los motivos del rechazo: “Se le criticaba por usar una lengua llena de castellanismos, lo que no es cierto. También se le criticaba que la métrica que utilizaba no fuera la catalana, y que sus modelos fueran sólo castellanos, aunque también eran italianos. Pensaron, equivocadamente, que la imitación es una simple traducción”. Detrás del rechazo a la época, Solervicens ve prejuicios ideológicos. La defenestración practicada entre finales del siglo XIX y las primeras décadas del XX hirió de muerte la recepción de la obra del rector de Vallfogona. El propio autor satirizó su talento en un poema en el que apelaba al tamaño de su cabeza. “En lugar de construir una imagen excelente, dice: ‘Mi cerebro es del tamaño de un orinal’ -recuerda Albert Rossich-. Las habilidades burlescas de García le permitían reírse de sí mismo”. Quizás este detalle hace aún más necesaria la recuperación de su obra, en una época en la que el sentido del humor irreverente es bastante escaso.
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